podcast – Evangelizar y servir a la Iglesia

Francis Kohn

Evangelizar y servir a la Iglesia

El amor profundo que Pierre Goursat tenía a la Iglesia le empujó siempre a servirla. Y lo plasmó, en los distintos periodos de su existencia, haciendo de la evangelización una prioridad. Este será el tema, en dos partes, que desarrollaré en la siguiente enseñanza.

 

-I) La evangelización fue siempre una prioridad para Pierre Goursat

Mucho antes de fundar la Comunidad del Emmanuel, Pierre Goursat ya se esforzaba por evangelizar y obrar en el seno de la sociedad francesa, ampliamente descristianizada. Pierre sufría enormemente al ver que la Iglesia había perdido su sentido misionero. Toda su vida tuvo mucho interés en confrontar las cuestiones del mundo contemporáneo con la enseñanza de la Iglesia. Para Pierre, la fe debía ser contagiosa y la evangelización era su prioridad.

 

-1) Una intensa actividad al servicio de la evangelización desde 1945

Pierre estaba orientado hacia la evangelización y sumergido en la efervescencia de las nuevas iniciativas misioneras nacidas en Francia durante la Segunda Guerra Mundial y después de la Liberación. En 1949 Pierre decide vender la pensión de familia -que había heredado a la muerte de su madre, en 1941-, para consagrarse totalmente a la evangelización. Se instalará entonces en un apartamento del presbiterio de la parroquia Saint-Philippe du Roule, donde vivirá hasta 1974.

Pierre tiene el deseo de dar a conocer ampliamente el Evangelio y de difundir libros religiosos. En 1945, a la vez que proseguía su actividad hotelera, crea en París una librería religiosa, y a finales de 1946, una asociación  para editar libros católicos. Tenía contactos con la Liga del Evangelio, cuya sede estaba situada justo al lado de la librería que él llevaba. Tras la misa dominical, algunos laicos distribuían gratuitamente a los fieles el evangelio en pequeño formato, a la salida de las iglesias.  Pierre Goursat conoce al P. Thivollier, antiguo vicario de la parroquia de Petit-Colombes, y misionero itinerante por entonces. En 1946, Pierre colabora igualmente con  el P. Jean Laisney en la publicación de una edición especial de los cuatro evangelios en uno.

En 1925 el P. Cardijn había fundado en Bélgica la Juventud Obrera Cristiana (JOC), que el P. Guérin introdujo en Francia en 1927. En los años 30 y 40, su primo, el P. Jacques Goursat, junto con el P. Caffarel, que Pierre conocerá gracias a él, eran capellanes de la JOC. Pierre apreciaba el impulso espiritual y misionero que animaba a los militantes jocistas en sus principios;  mientras que la mayoría de los cristianos con los que se encontraba, le parecían poco interesados por el anuncio del Evangelio. Dirá: « Durante la guerra y después de ella, no he presenciado entorno mío, en París, un movimiento de conversiones. Los católicos que conocía, no tenían el sentido del apostolado, de la evangelización. Los únicos que conocí que tenían este deseo, eran los de la  J.O.C. Pero no en otra parte » […][1].

Pierre se había sentido impactado con la lectura del libro Francia, ¿país de misión ? publicado por los padres Henri Godin e Yvan Daniel en 1943 ; y, posteriormente, con las innovaciones pastorales del P. Georges Michonneau, -párroco de Petit-Colombes en el suburbio parisino-, que experimentaba nuevas iniciativas en medios populares para llegar a personas alejadas de la Iglesia.

El 25 de octubre de 1946, Pierre Goursat fue nombrado miembro del Comité Directivo  del Centro Católico de Intelectuales Francés, creado a iniciativa del Cardenal Suhard. Fue  encargado, en especial, de las ediciones y la documentación del Centro. Pierre es entonces, igualmente, el difusor en Francia de la Revista internacional del cine,  -publicada trimestralmente en Bruselas por  la Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC)- y de la Revista de Cuestiones Científicas, en la que grandes eruditos presentan sus trabajos y reflexiones sobre temas científicos muy diversos. Esta actividad apasionaba a Pierre Goursat, profundamente interesado en las relaciones entre la ciencia y la fe.

Pierre lleva con entusiasmo sus actividades, pero constata que este universo intelectual, tan lleno de vida entre las dos guerras, ya no se renueva. Deja el Comité Directivo del Centro Católico de Intelectuales Francés, en 1951. Desea evangelizar más ampliamente a través de la cultura, más allá de “la intelligentsia” parisina.

Gracias a la experiencia que ha adquirido y a los encuentros realizados durante la Segunda Guerra Mundial y años que siguieron a la Liberación, Pierre Goursat sabe ahora que está llamado a ser un “apóstol laico”. Al contacto con el  Cardenal Suhard, ha descubierto  perspectivas nuevas, que orientarán a partir de ahora toda su vida. Las grandes cuestiones pastorales que la Iglesia de Francia debió afrontar durante este periodo, continuarán siendo el hilo conductor de todos sus compromisos e intuiciones misioneras. Pierre va a decir entonces poner sus capacidades y su celo evangelizador al servicio de la Iglesia, afín de llegar al mayor número posible a través del arte y la cultura, en especial con el cine. Explicará más tarde:

« Me dije: “Cuanto más universal es el bien, más divino es”. Lo dice San Ignacio de Loyola. Pensé, entonces: “En lugar de convertir a tres o cuatro personas, más me valdría ocuparme del audiovisual; así, podría convertir a cien mil hablando”. Así que pensé en todos esos medios audiovisuales y traté de entrar en la edición de arte, del cine, para ocuparme de preparar grandes debates sobre películas de tesis. »[2].

Pierre Goursat había sido también muy marcado por la Legión de María, que había conocido cuando comenzaba en Francia en 1940, en Nevers. Apreciaba su pedagogía misionera y su cuidado en el seguimiento de las personas. En los años 50, Pierre participará en un  “præsidium” de la Legión de María que se reunía cerca de su casa, en el convento de los Dominicos. También le impactará mucho, entonces, la evangelización en la calle, dos a dos. Pierre se inspirará de ciertas prácticas de la Legión de María, como el “cuadernillo de evangelización”, que  propondrá más tarde a los miembros de la Comunidad del Emmanuel. Gracias a la Legión de María, Pierre conoce al P. Raymond Pichard, dominico. Fue el primero que, en 1948, retrasmitió a través de la televisión francesa la misa de Navidad celebrada en la catedral de Notre-Dame de París; y quien, el 9 de octubre de 1949 lanzó la emisión “El Día del Señor”, difundida desde entonces, en directo, cada domingo por la mañana. Esta experiencia fue decisiva en la opción de Pierre Goursat de orientarse hacia el cine, afín de que su evangelización llegase al mayor número posible.

Pierre eligió, pués, el cine como campo de apostolado privilegiado, percibiendo su importancia como medio de educación cuando el mundo católico no había aún tomado conciencia. Pierre es profético. Ve lejos y está dispuesto a suprimir el viejo prejuicio contra los artistas, favoreciendo la reconciliación del cine y de la religión.

En 1951, Pierre Goursat crea una asociación, el Círculo Francés del Cine, y organiza festivales y noches de gala para proyectar películas ante un amplio público y proponer a continuación debates con personalidades, entre las cuales, algunos grandes actores o realizadores. En 1960, es nombrado Secretario general de la Oficina Católica Francesa de Cine, cuya misión es atribuir una cota artística y moral a todas las películas que salen en Francia. Las apreciaciones son expuestas en las iglesias y difundidas por la prensa en millones de ejemplares. Se codea con los profesionales del cine, en un ambiente a menudo indiferente, si no hostil, a la Iglesia. Pierre frecuenta por entonces a los más grandes del cine: productores, realizadores y actores. Nuda relaciones con muchos de entre ellos, la mayoría no creyentes. Aconseja a los realizadores con mucha delicadeza y consigue convencerles, a veces, para que supriman escenas de sus películas que juzga inmorales. En este periodo, viaja mucho y participa en varias ocasiones en los festivales de Cannes y Venecia como miembro del jurado de la Organización Católica Internacional de Cine, que atribuía un premio cada año.

Pierre se apasiona por su trabajo, al que consagra todo su tiempo y energía.

En esa época, sin embargo, el ambiente del cine se ve cada vez más influenciado por intereses ideológicos y financieros. Pierre, que está perfectamente al corriente, prevé la evolución. Observa así que grupos de presión tratan de introducir el erotismo y la pornografía, afín de socavar los fundamentos de la familia. La posición moral de la Iglesia molesta y se trata de debilitar su influencia. El asunto de La Religieuse, película de Jacques Rivette inspirada en la sulfurosa novela de Diderot, marca un hito. Pierre buscó, con otros, cómo reaccionar contra esta película que –lo presentía- sería la puerta abierta a numerosas derivas, si se proyectaba en las salas. Prohibida primeramente en marzo de 1966 por el secretario de Estado de la Información, su salida se autorizó finalmente en 1967. Pierre, que se implicó en el debate, constata que no ha recibido apoyo de las autoridades de la Iglesia y que no conserva ya una verdadera libertad de iniciativa en su trabajo. Participando en el festival de Cannes en 1968, Pierre Goursat es testigo de una conversación entre grandes productores, desarrollando un plan para introducir progresivamente en el cine la pornografía  y la homosexualidad. Él ve, en esta evolución del cine, los signos precursores de la grave crisis que sacudirá fuertemente a toda la sociedad francesa en mayo de 1968, y más tarde a otros países en el mundo.

En 1970, a su pesar, Pierre debe abandonar la Oficina Católica Francesa del Cine. Es para él una dolorosa prueba, un tiempo de desierto y purificación. En 1971, compra una vieja barcaza -que atraca en el Sena-, para informar a los jóvenes de los peligros de la droga  que, masivamente introducida a las escuelas secundarias en ese periodo. Dios le prepara para una nueva misión que no conoce aún.

En febrero de 1972, Pierre Goursat recibe la efusión del Espíritu que intensifica en él el ardor misionero que le animaba desde su juventud.  Escribe, en aquél entonces, a un sacerdote allegado:

« Para mí, el “bautismo en el Espíritu” era la confirmación para que me lanzara tardíamente a anunciar a Jesús en medio del mundo »[3]. Pierre respondía a la llamada del Señor, que dice a sus discípulos: « Como el Padre me ha enviado, así os envío yo » (Jn 20, 21).

En estos años en los que nacerá la Comunidad, la sociedad francesa estaba ya muy secularizada, lo que conducía a muchos a la pérdida de la fe. Este periodo estaba marcado también por la crisis que atravesaba la Iglesia de Francia tras el Concilio Vaticano II (salida de numerosos sacerdotes y religiosas, que se casan, crisis de autoridad, derivas litúrgicas…). Se da prioridad, en aquel momento, al compromiso y a la acción militante, a una pastoral de la no visibilidad, en detrimento del anuncio explícito de la fe. Pierre tenía una viva conciencia de la urgencia de la evangelización y el deseo de dar testimonio de su fe en este mundo  paganizado en el que muchos lo ignoran todo de Dios. Como dice Cristo a sus discípulos: « La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad, pués, al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies » (Mt 9, 37).

 

-2) Evangelizar con audacia, con el poder del Espíritu Santo

Anunciando el Concilio Vaticano II, Juan XXIII había dicho: el Concilio «será como un nuevo Pentecostés, en el que se revigoricen las energías apostólicas y misioneras de la Iglesia, y su ardor juvenil, en todo el ámbito de su mandato»[4]. Vaticano II destacó la dimensión misionera de la Iglesia y recordó que, como bautizados, todos somos llamados a ser misioneros.

Pierre Goursat fue confortado en sus intuiciones misioneras por la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi que Pablo VI publicó en 1975. En ella recordaba que  la evangelización es “la misión esencial” de la Iglesia y que constituye “su vocación propia”, “su identidad” más profunda (n° 14)rr. Subrayaba también que la misión « no es una contribución facultativa » (n° 5) reservada a algunos especialistas, sino una necesidad que incumbe a todos los bautizados, ¡porque es la salvación de las almas lo que está en juego! ¡Un cristiano que no es « misionero », es « dimisionario», porque no es fiel a su vocación!

Como lo he señalado en la enseñanza sobre el Espíritu Santo, Pentecostés constituyó el punto de partida de la acción misionera de la Iglesia, el comienzo de la difusión de la Buena Noticia que, a partir de entonces, iluminará al mundo entero «hasta los confines de la tierra » (Hch 1, 8). El día de Pentecostés, los Apóstoles fueron liberados de los miedos que los paralizaban. En un instante, se vieron “desbloqueados” y se pusieron a dar testimonio con valentía (cf. He 2, 29; 4, 13; 4, 29. 31): «Los apóstoles daban testimonio con gran poder, de la resurrección del Señor Jesús» (Hch 4, 33).  Estos « hombres sin letras ni instrucción» (cf. Hch 4, 13), hablaban entonces con una autoridad y una convicción que tocaban los corazones.  Nada podía ya impedirles dar testimonio, y respondían a sus persecutores: «Por nuestra parte, no podemos por menos de contar lo que hemos visto y oído » (Hch 4, 20).

¡Lo que el Espíritu Santo hizo por los primeros cristianos, continúa haciéndolo por nosotros hoy! También nosotros hemos recibido un espíritu de fortaleza para evangelizar con poder.

El término griego dynamis, utilizado en los Hechos de los Apóstoles para designar el “poder”, pone de relieve que es el Espíritu Santo la fuerza sobrenatural que proporciona el “dinamismo” espiritual a la Iglesia y a cada cristiano. Es el Espíritu Santo el que, en contacto con Cristo, nos permite evangelizar. Enciende en nosotros el fervor y el fuego del amor, nos concede la fuerza para dar testimonio y hace fecundas nuestras iniciativas misioneras. Nos guía hacia aquellos a los que anunciar la Buena Noticia y nos inspira palabras justas e incisivas para trasmitirla. El Espíritu Santo actúa, a la vez, en el corazón de los que evangelizan y en el de sus auditores.

Pierre Goursat nos exhortaba así: « Ahora que ha llegado Pentecostés, no sigamos mirándonos el ombligo, sino dejémonos llevar por este fuego del amor. Y sobre todo, vayamos hacia nuestros hermanos. »[5]. Hablando de los comienzos de la Renovación Carismática entre los católicos de Estados Unidos, decía: « Los estudiantes de Duquesne rezaron de tal manera para que llegase Pentecostés, con la certeza de que si se ora para recibir el Espíritu, estamos seguros de recibirlo […] que Pentecostés les cayó encima, y fue extraordinario. Y la cosa se extendió por todas partes. Pero, para que continúe propagándose, hace falta que lo anunciemos […]. Y tenemos que anunciar al Señor porque hemos recibido un espíritu de Pentecostés, un espíritu de fuerza y de audacia.»[6].

Pierre escribía: «El amor de Dios inflama nuestras almas para que lo llevemos a los demás. Es el Espíritu de Pentecostés: una efusión del Espíritu que debe continuar hasta la Venida de nuestro único Señor, Maestro y Amigo. »[7]. Decía también: « Debemos anunciar al mundo el amor de Dios. Este amor que no se conoce, que es despreciado. Nosotros debemos anunciarlo »[8].

 

-3) Pierre Goursat hizo prueba siempre de una audacia misionera asombrosa

Pierre nos recordaba que no estamos en comunidad « para arrullarnos mutuamente », para « ronronear», para hacer « cocooning », sino para ser misioneros. Estaba convencido de que el Señor había suscitado la Comunidad para evangelizar al mundo, que no debíamos permanecer « bien calentitos » entre nosotros, y que dejándonos inflamar por el fuego del Espíritu Santo, podríamos comunicarlo a los demás, en todos los lugares a donde fuésemos enviados.

Afirmaba con fuerza: « Este Espíritu de Pentecostés no se nos da en absoluto para que hagamos pequeñas comunidades y vivamos tranquilamente entre nosotros. Es para que tomemos conciencia de este fuego [que ha venido a iluminar la tierra],  vivamos a unos pocos y a continuación funcionará solo. Es como una pequeña velita que queremos encender.  Tratamos de encenderla, pero se resiste a lucir. Pero una vez bien encendida, puede mantenerse sola. ¡Pues, esto es lo que quiere hacer el Señor!»[9].

Pierre no cesaba de exhortarnos vivamente a evangelizar, y decía: « Si permanecemos calentitos en nuestras comunidades, nos pudriremos en nuestras comunidades[10].  Pensaba que la misión estaba en el centro de la vocación de la Comunidad del Emmanuel, y citaba a menudo esta palabra de San Pablo: « Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria: es, más bien, un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! » (1 Co 9, 16). La conciencia de nuestros límites y de nuestra incompetencia no debe servirnos de excusa para dejar de anunciar la Buena Noticia. Decía: « Soy un siervo inútil ¡pero tengo que evangelizar[11]. Afirmaba: « Los apóstoles no esperaron a ser perfectos para anunciar a Jesús. Él nos envía hacia nuestros hermanos.». Y añadía: « Amando a Jesús en nuestros hermanos nos evangelizamos a nosotros mismos, porque el Espíritu mora en nosotros y somos los primeros convertidos »[12].

 Pierre recalcaba que, evangelizando, somos los primeros evangelizados: « No sólo nos corresponde a nosotros evangelizar, sino que hacerlo nos evangeliza a nosotros mismos.  Nos transformamos, nos llenamos del Señor; lo encontramos en nuestra boca, lo encontramos en nuestro corazón y nos vemos transformados »[13]. En efecto, cuando vemos abrirse a Dios a las personas que evangelizamos, un gran gozo nos habita y esto conforta nuestra fe, incita en nosotros el deseo de estar atentos a las necesidades y expectativas de aquellos con los que nos encontramos cada día. Pierre explicaba: « Evangelizando a los demás, sois vosotros los que volvéis evangelizados. Tenéis abierto vuestro corazón, veis el sufrimiento y el hambre del Señor que tiene esa gente de la calle que no sabe nada. Sólo deseáis una cosa, evangelizar »[14].

A pesar de sus fuerzas físicas limitadas, Pierre no escatimaba esfuerzos y daba contantemente muestras de una gran energía en la evangelización, de una fe inquebrantable y de una audacia misionera asombrosa para poner por obra iniciativas nuevas e inéditas. Muy creativo, reflexionaba sin cesar sobre el proyecto siguiente que el Señor le había inspirado  y que había madurado en la oración.

Para Pierre, la misión no tenía fronteras y tomaba formas muy diversas. Pierre tenía preocupación por recristianizar el campo y las masas populares, por ir hacia las “periferias” y suburbios pobres, y hacia los gitanos. Después de la muerte de Pierre Goursat, el Cardenal Suenens evocaba  -le cito-  « su celo por la evangelización, lo que le hacía sobrepasar cualquier categoría de personas, para llegar a todos los ambientes »[15].

Pierre Goursat fue un precursor y un actor importante de la “nueva evangelización” puesta en marcha por Juan Pablo II. Creó fundaciones y lanzó numerosas iniciativas para evangelizar a los más alejados de la fe y de la Iglesia. Lanzó, así, la revista Il est Vivant ! en 1974 ; la Fidesco, organismo de cooperación misionera al servicio del Tercer Mundo, en 1981 ; así como diferentes fundaciones apostólicas para sostener y evangelizar a los jóvenes, las parejas y las familias, el mundo profesional, de la educación y de la cultura. Pierre se preocupaba por las personas en busca de Dios y les hablaba del Señor, ya fuesen miembros de su familia, jóvenes o intelectuales renombrados, como Maurice Clavel, en cuya conversión intervino.

Pierre desarrolló la evangelización “directa” en la calle, en una época en que no era practicada por los católicos. Pero resaltaba también la importancia de dar testimonio en el marco de vida habitual, a través de una relación personal con la gente. Explicaba: « En este momento debemos anunciar a Jesús cada vez más. Y anunciar a Jesús, no  simplemente saliendo a la calle, sino también en el trabajo y por todas partes. »[16].

Desde los principios de la Renovación Carismática, Pierre comprendió igualmente la necesidad de proponer una sólida formación que acompañase a la evangelización. En 1973 y 1974, organizó en la región de París fines de semana de formación, a los que estaban invitados los miembros de los diferentes grupos de oración que crecían entonces. Con ese objetivo fundó, también, en diciembre de 1979, el Centro Internacional Juan Pablo II, tomando como línea directiva Redemptor hominis, la primera encíclica que el Papa acababa de publicar. Pierre elegiría con atención a los ponentes, para asegurar una enseñanza  profundamente eclesial. Recurrió a biblistas y teólogos reputados para estos cursos de tarde, abiertos a todos en París. En 1984, fundó la Escuela Internacional de Formación y de Evangelización para acoger a jóvenes deseosos de consagrar a Dios un año de su vida en vistas a la misión; así como el Centro Samuel, para la formación de catequistas.

En su encíclica Redemptoris Missio, publicada tres meses antes de la muerte de Pierre Goursat, Juan Pablo II dice que el Espíritu Santo es el principal autor de esta gran aventura misionera que se continúa desde hace más de dos milenios, y que – precisa él – « está aún bien lejos de cumplirse » (n° 1). Escribía, también: « ¡La fe se fortalece dándola! »  (n° 2). A pesar de estar muy fatigado, Pierre leyó atentamente este texto, del que subrayó numerosos pasajes. Se regocijaba encontrando en él las intuiciones misioneras que había tratado de poner en práctica durante su vida, en particular con la Comunidad.

Tras haber presentado su dimisión como Moderador de la Comunidad en 1985, Pierre Goursat continuó participando en las reuniones del Consejo con una gran discreción. Hablaba poco e intervenía raramente. Durante uno de los últimos Consejos en los cuales Pierre participó, se hablaba de las « hermanas consagradas ». Pierre parecía dormir. Súbitamente, irguió la cabeza y dijo: « La misión, la misión, la misión… ». Y bajó después la cabeza. Es una de sus últimas palabras en público, como un testamento espiritual. Todos los miembros del Consejo comprendieron bien que Pierre decía algo esencial, que concernía, de hecho, a todos los miembros de la Comunidad.

 

– II) Amar y servir a la Iglesia

– 1) Voluntad de enraizar a la Renovación Carismática en la tradición católica

Gracias al P. Lécaillier, que conoció en la meseta de Assy tras su conversión en 1933, Pierre Goursat descubrió la belleza de la Iglesia católica, que, desde entonces, amó profundamente. Durante todos esos años, Pierre era lúcido sobre la gravedad de la crisis que atravesaba la Iglesia, pero conservó siempre una mirada de esperanza, convencido de que el Espíritu Santo la guiaba infaliblemente. En un artículo que escribió en Il est Vivant !, Pierre comparaba a los grupos de oración de la Renovación Carismática, nacidos en la espontaneidad del Espíritu Santo y poco estructurados, con las Órdenes Mendicantes desarrolladas en el siglo XIII y que preconizaban la pobreza[17].

Pierre intentó siempre ayudar a los grupos de oración y “comunidades nuevas” a arraigarse profundamente en la Iglesia Católica, pese a que la Renovación estaba aún muy marcada por sus orígenes pentecostales. Pierre obró para que se integrase en el seno de la Iglesia y se enraizara en la tradición católica por una sana doctrina, una bella liturgia y la vida sacramental. Recordaba él: « El Señor nos ha hecho crecer en el corazón de su Iglesia, nos fortifica en lo esencial de la Iglesia: la Eucaristía »[18].

Pierre Goursat estaba convencido también de que la Renovación podía ayudar a la Iglesia Católica a abrirse más ampliamente al Espíritu Santo y a ser “más carismática”. Para Pierre, la Comunidad del Emmanuel no era un fin, sino un medio para servir a la Iglesia. Como laico, obró por su renovación y estuvo en el origen de una nueva forma de vida eclesial, inspirada por el Espíritu Santo y, al mismo tiempo, profundamente enraizada en la Tradición multisecular de la Iglesia. Citando a San Ireneo de Lyon, escribía: « La Renovación es eclesial porque Cristo y el Espíritu construyen juntos la Iglesia. Donde está la Iglesia, está el Espíritu y donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia” »[19].

Pierre deseaba ardientemente la unidad de la Iglesia; unidad que se expresa en la diversidad  de llamadas y carismas. Debió oponerse a veces  a una concepción, extendida por entonces en el seno de la Renovación Carismática,  que tendía a reducir la unidad a la uniformidad. Era partidario de un ecumenismo exigente, vivido en el respeto a la identidad  de cada uno, que no elimina las diferencias entre las confesiones cristianas. « Lo primero para hacer ecumenismo -decía- es amar la Iglesia propia. Y luego, amar a los hermanos protestantes. Y sufrir por la división. Hay que meter el amor en la cabeza. Tener compasión, verdaderamente »[20].

 

-2) Adhesión profunda a la Iglesia y obediencia a los obispos

Como responsable de la Comunidad del Emmanuel, Pierre suscitó una generación de laicos -bien formados en el plano espiritual y doctrinal- animada por un gran amor a la Iglesia. Afirmaba: «No hay uno sólo entre nosotros que se haya convertido en el grupo Emmanuel y que nos haya dicho: “He encontrado de verdad a Jesús, pero no quiero entrar en la Iglesia”. Ninguno de nosotros ha dicho esto porque, descubriendo a Jesús, ha descubierto la Iglesia por dentro, la Iglesia Santa e Inmaculada, Esposa de Cristo »[21]. Pierre no criticaba jamás a la Iglesia. Tenía adhesión a sus pastores y  fidelidad total al Magisterio. Decía: « Cuando obedecemos a la Iglesia, disponemos de todos los tesoros de la Iglesia. Con nuestra obediencia, [nos beneficiamos] de todas las oraciones de la Iglesia, de todos los que oran y sufren día y noche por las almas »[22].

Voy a daros dos ejemplos significativos de su obediencia a los obispos. A partir de 1979, Pierre invitó en varias ocasiones al P. Emiliano Tardif -sacerdote canadiense misionero en Santo Domingo- , que ejercía un ministerio de sanación y tenía « palabras de ciencia ». Participó en encuentros de la Renovación Carismática en Lourdes y Paray-le-Monial. Después de venir a la asamblea de oración que tenía lugar en la iglesia Saint-François-Xavier de París, en septiembre de 1984, el Cardenal Lustiger escribió a Pierre Goursat para pedirle que, en lo sucesivo, la oración de sanación fuese disociada de la celebración eucarística.  Pierre aceptó de inmediato esta decisión. Invitó al P. Tardif a volver a París en septiembre de 1985 e informó al arzobispo de París que se tendría cuenta de lo que había pedido para la velada de oración.

Segundo ejemplo: en 1982, el Cardenal Suenens, consejero internacional de la Renovación, nombrado primero por Pablo VI y después por Juan Pablo II, pidió a los grupos de oración y comunidades de la Renovación que interrumpiesen las oraciones de liberación.  Pierre Goursat aplicó sin tardar estas recomendaciones; como aprobó también, en 1986, las concernientes al “reposo en el Espíritu”, largamente extendido en otras comunidades.

Pierre Goursat obedecía a los pastores de la Iglesia, pero conservaba una gran libertad de espíritu. Tenía el arte de esquivar los obstáculos. Citaba a menudo este versículo del Evangelio: « Sed prudentes como las serpientes y cándidos como las palomas » (Mt 10, 16). Explicaba que « prudente » significa « hábil », y que ser « cándido » es ser « simple », ¡pero no « ingenuo »! Insistía en el hecho de que era preciso emplear, a veces, « astucias de guerra»,  porque estamos confrontados a un combate espiritual; y añadía: « como el bravo de Satán es suficientemente astuto, tenemos que ser todavía más astutos que él »[23]. Pierre destacaba también el orden de las palabras utilizado por Jesús, y resaltaba que decía primero « sed prudentes », explicando que si se es « cándido » antes de ser « astuto », sin hacer prueba de inteligencia y de prudencia, ¡sin ninguna duda, la serpiente se cenará a la palomita, que somos!

 

-3) Pierre Goursat tenía una gran solicitud por favorecer las vocaciones  sacerdotales

Entre los numerosos jóvenes que frecuentaban los grupos de oración animados por la Comunidad en París en los primeros años, muchos habían recobrado la fe y tenían una gran sed de espiritualidad y oración. Algunos habían recibido una llamada al sacerdocio, pero no sabían dónde formarse, pues la crisis de los seminarios era grave y la formación dispensada a los futuros sacerdotes estaba marcada por una ideología muy reductora.

Pierre Goursat estaba convencido de que los sacerdotes -a menudo aislados- tenían necesidad de una vida espiritual y fraterna fuertes, y de rodearse y estar sostenidos por laicos, para poder ejercer un ministerio fecundo y sobrepasar las tentaciones de desánimo y pérdida de gusto por su labor.

Pierre respetaba mucho el sacerdocio, pero deploraba el clericalismo y constataba los riesgos y peligros que comporta. Una mujer casada de la Comunidad, dice: «Tenía una conciencia demasiado aguda de su vocación de laico, en complementariedad con la de los sacerdotes, para soportar en éstos una confusión en su vocación. Poseía la idea de la vocación del laico, antes mismo de haber recibido [de la Iglesia] los textos sobre los laicos ». Una hermana consagrada en el celibato, añade: « Pierre tenía un gran amor a los sacerdotes; nos repetía muy a menudo la importancia capital para los sacerdotes de vivir en fraternidad y con laicos, para conservar un verdadero dinamismo misionero y evitar todo clericalismo».

Pierre favorizó así la eclosión de un gran número de vocaciones y promovió una nueva forma de vida sacerdotal. Pierre Goursat supo convencer a las autoridades eclesiásticas para que elaborasen estatutos canónicos, inéditos en aquella época, que permitiesen a los sacerdotes diocesanos pertenecer a una asociación de fieles laicos, junto a familias y laicos consagrados en el celibato. El 8 de diciembre de 1982, el arzobispo de París, Monseñor Lustiger, aprobó los estatutos de la Fraternidad Misionera del Corazón de Jesús (para los sacerdotes y diáconos), al mismo tiempo que los de la Comunidad del Emmanuel. En 1984 y 1985, fueron ordenados en París los primeros sacerdotes de la Comunidad. Para Pierre, era esencial que los miembros de la Comunidad pudiesen servir juntos a la Iglesia universal, de igual modo que a las Iglesias locales. Pensaba que había que constituir a las parroquias en polos misioneros vivos, para llegar al mayor número posible, especialmente a los más alejados de la fe.

Pierre se regocijó cuando, en 1986, la primera parroquia, la iglesia de la Trinidad, fue confiada por el arzobispo de París a los sacerdotes de la Comunidad. Presentía que muchas otras lo serían más tarde, en Francia y en el mundo.

Pierre Goursat quería que la Comunidad fuese misionera y que los sacerdotes fuesen sostenidos por familias y consagrados, para que, todos juntos, en la complementariedad de nuestros diferentes estados de vida, estuviésemos comprometidos, con determinación, al servicio de la Iglesia, Iglesias locales e Iglesia universal.

 

En conclusión destacaría el hecho de encontrar, en las intuiciones de Pierre, puntos esenciales que el Concilio Vaticano II  ha puesto de relieve:

-1) La igual dignidad de todos los bautizados (Lumen Gentium, capítulo IV, n°s 32 a 36), la participación de los laicos en las funciones sacerdotal, profética y de realeza de Cristo, así como la importancia atribuida a la misión específica de los laicos, en la sociedad y en la Iglesia.

-2) La vocación de todos los bautizados a la santidad y la relación entre santidad y misión (cf. capítulo V de Lumen Gentium).

Juan Pablo II precisó seguidamente, en su exhortación apostólica Christifideles laici, del 30 de diciembre de 1988, sobre los fieles laicos, que la vocación de los laicos « es, no solamente santificar el mundo, sino también santificarse en el mundo » (n°15).

-3) El vínculo directo y estrecho entre “sacerdocio común” de los bautizados (Lumen Gentium, capítulo II), y “sacerdocio ministerial”, « ordenados el uno al otro, cada uno según su modo propio » (n° 10).

En conclusión, querría subrayar hasta qué punto Pierre ha sido profético en todo lo que emprendió, gracias a la experiencia acumulada a través de los largos años que precedieron a la Comunidad y de todo lo que había observado en la Iglesia, tanto en la crisis, como en las renovaciones que se sucedieron aquí o allá. Pierre veía lejos y se adelantaba a su tiempo. Como pionero, puso por obra la “teología de comunión” promovida por el Concilio Vaticano II, mucho antes de que la Iglesia comprendiera su importancia y comenzara a ponerla en práctica. Considero que esta visión que Pierre tenía de la Iglesia, suscitada por su gran amor hacia ella, explica mucho de lo que hizo y que permanece, más allá de las virtudes que pudo practicar.

 

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[1] Testimonio de Pierre Goursat, julio 1986.

[2] Testimonio de Pierre Goursat, 5 mayo 1977.

[3] Proyecto de carta al P. Caffarel, [febrero] 1972.

[4] Juan XXIII, radio-mensaje Urbi et Orbi de Pascua, 21 abril 1962, cf. sitio internet del Vaticano.

[5] Fin de semana « Emmanuel », 25-26 octubre 1975.

[6] Exhortación sobre el Espíritu Santo durante la segunda sesión de Paray-le-Monial, 23 julio 1975.

[7] Carta a una joven, 1972.

[8] Retiro de la Fraternidad de Jesús, en torno a Pascua 1978.

[9] Charla del 23 mayo 1976.

[10] Intervención durante una de las primeras sesiones en Paray-le-Monial, 23 julio 1975.

[11] Retiro de la Fraternidad de Jesús, 30 diciembre 1977.

[12] Encuentro de Vézelay, julio 1974

[13] Segunda sesión de Paray-le-Monial, 23 julio 1975.

[14] Sesión de Paray-le-Monial, 5-6 julio 1979.

[15] Esbozo de la imagen  de Pierre Goursat, Malinas, 28 mayo 1992, Archivos de la asociación FIAT.

[16] Sesión de Paray-le-Monial, 17-22 julio 1976.

[17] Cf. La Renovación y la experiencia secular de la Iglesia, Il est Vivant !, n° 28, mayo 1980, p. 3.

[18] Notas preparatorias de Pierre Goursat en vistas a una enseñanza.

[19] Il est Vivant!, n° 5, diciembre 1975, 20-21.

[20] Seión de Paray-le-Monial, 5-6 julio 1979.

[21] Jornada entre asambleas de oración, 13 marzo 1976.

[22] Fin de semana comunitario, 12 mayo 1979.

[23] Cf. Enseñanza durante un fin de semana comunitario, 12 mayo 1979.